DOS COSAS

Dos cosas conservo en particular. Un trébol de cuatro hojas y un tótem de piedra. Lo demás es susceptible de alcanzar el cesto de la basura. En gran parte porque prefiero desechar recuerdos que no hacen más que joderme la vida con nostalgias ridículas.

Empecé a sentirme observado, como si me soplaran pasito por todas partes y hasta por dentro. Al levantar la cabeza estaba ella dos mesas más allá mirándome descaradamente y con una sonrisita, se parecía a La Coleccionista y eso era suficiente para sentirme atrapado. Daba la sensación de que esperaba una reacción mía. La timidez me venció, bajé la cabeza para pasar la hoja del libro Bel Ami y ahí estaba el trébol en la página 245. Ahí estaba también mi reacción. Me sentí extraño, no era un lugar para encontrar uno de esos, y me extrañé aun más cuando la sentí de pie junto a mí diciendo “Yo terminé de leerlo ayer. A mí me gustó”. Se llamaba Juana y unos minutos más tarde ya nos tomábamos un café. Algo parecía empezar, eso fue hace tres años en la Biblioteca Luis Angel. El trébol lo tengo guardado desde entonces en la página 421 del Oliver Twist no por alguna razón en especial. Después de tanto tiempo no se ha secado.

“Eres mi demonio sin sentimientos”. Marta me decía esto al tiempo que me entregaba una figura en piedra como de 30 centímetros de alto y pesada como un putas. Algo parecía acabarse, hace tres años. El tótem estaba pintado por el azul de metileno al que había sido sometido durante varios meses en los cuales murieron uno tras otro los peces del acuario de Marta. Cuando no hubo un pez más vivo ella decidió clausurar el acuario y deshacerse del tótem. ¡Deshacerse de él entregándomelo!. Un año antes, Leonardo se lo dio a guardar después de que su novia lo dejara sin darle una explicación y perdiera el trabajo en el canal. Leo aclaró que eso no tenía nada que ver. “Además sigue siendo mío” le dijo, “Me lo regalaron y te lo presto para que decores tu acuario”. En efecto, don Fabio el papá de Leo se lo había regalado hacía un tiempo, como dos meses después de que su vehículo de transporte intermunicipal y única fuente de ingreso se incendiara en plena carretera Neiva-Pitalito. El tótem había ido a parar a sus manos porque unos tipos saqueadores de San Agustín se lo habían entregado para cubrir unas deudas de transporte. De ellos nunca se supo nada más. El tótem esta ahora acostado sobre la alfombra de mi apartamento al lado de la mata de café y tengo que limpiarlo cada vez que Gatalina se le orina encima cuando tiene el celo.

Hasta ahí la verdad. La ficción vendrá después. Por ahora pienso y dudo mientras me pellizco los labios en las cosas que están por hacerse, pero de lo que estoy seguro es de que mi vida no ha dependido ni dependerá de tréboles que me consigan productores multimillonarios ni de figuras de piedra que me hagan rodar por las escaleras. Porque yo supersticioso si no soy, no señor.





Dos cosas conservo en particular. Un si y un no.

Posted by Frank at 8:08 AM